En la visión de la vida que tenían y transmitieron los celtas hay un concepto fundamental que es la amistad. Este término fue para ellos de muy amplia significación. En efecto, no se refiere solo al sentido que utilizamos nosotros en la actualidad. La idea celta de amistad abarca además, cuestiones relacionadas no solo con el otro sino también con uno mismo, e incluso trasciende hacia las relaciones armónicas universales.
La filosofía celta abunda en intuiciones poéticas. Se deduce de su legado lírico que su cosmovisión no era dual sino que referían constanetemente a la unidad de las oposiciones. El bien y mal, lo visible e invisible, lo humano y divino, no eran aspectos enfrentados o separados sino que cada uno de esos aparentes "dualismos" representaba una amistad armónica y unificadora. Lo que nosotros denominamos "opuestos", por ejemplo "visible-invisible", para los celtas eran solo era una manifestación de la ambivalencia misteriosa del universo, sosteniendo al hombre ante el misterio de todas las cosas. La imaginación y lo desconocido mantienen una amistad profunda y fecunda, y ambos están integrados al círculo de las amistades armónicas que constituyen el universo.
El hombre se mueve pues en un mundo ambivalente y misterioso con la serenidad que le otorga el saber que no hay nada que no este en amistosa armonía con el resto. Por eso el cosmos nunca puede ser atemorizante sino venerable. Desde esta perspectiva, el universo o el devenir puede resultar incomprensible por momentos pero en el fondo, la fuerza unificadora de la amistad nos une indisolublemente a él, y con toda certeza es sabido que esta unidad armonizadora se pondrá en evidencia tarde o temprano.
Los celtas tienen además una expresión “Amam Æara”, que significa "amigo del alma". Es el concepto más elevado que puede alcanzare en una relación. Es un vínculo que trasciende todas las convenciones y categorías. Tal es el grado de profundidad de este lazo que nadie que no hubiera alcanzado una relación armónica (de amistad) con uno mismo, puede aspirar a tener un Amam Æara.
En efecto, para generar lazos genuinos con los otros, el equilibrio interior-exterior es esencial. Y nadie puede ayudarnos a alcanzar ese equilibrio sino nuestra propia voluntad. Mantener en armonía y amistad lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo humano y lo divino, lo temporal y lo eterno, es una tarea que compete exclusivamente a cada uno de nosotros.
Cuando se está demasiado atrapado por lo exterior, el interior comienza a conspirar y a hostigarnos a causa del desequilibrio. La ausencia de intimidad y de vida interior se manifiesta en una falta de sentido de lo propio y de lo ajeno. Pone en evidencia una vida vacua e intranscendente que de apoco se cierra sobre nosotros dejándonos vacíos entre ruidosas apariencias.
Pero tampoco funcionará convertirse en una persona cerrada sobre sí misma. Aquellas personas que construyen muros para no sentirse invadidos por los otros y utilizan máscaras para preservar lo que realmente piensan o sienten, son peronas solitarias que desconocen la armonía y la amistad. Estas personas poseen una enorme vida interior, pero se sienten solas en el mundo... y aunque tienen mucho para compartir, no saben como hacerlo porque aún no han comprendido que para dar, también hay que aprender a recibir.
Solo cuando se ha alcanzado el equilibrio entre lo interno y lo externo, podemos aspirar a convertirnos en amigos de nuestra propia alma y estaremos listos para conocer el sentido más elevado de la amistad, el Amam Æara.